miércoles, 14 de septiembre de 2016

Visita a la isla de Kárpathos

Hoy hemos estado visitando la isla de Kárpathos. Tras recoger el coche que Jaime ha alquilado en la zona de la ciudad en la que están todos los Rent-a-Car, nos hemos dirigido al aeropuerto de la isla, para conocer el camino, y la duración del desplazamiento hasta él. Esta noche comienza el cambio de tripulación. Poco antes de la medianoche llega Fernando para embarcarse, y en la madrugada de mañana desembarcarán Ángel y Mª Antonia, que han finalizado sus pequeñas vacaciones.



Desde el aeropuerto hemos ido hacia el norte por la carretera que bordea la costa occidental. Hemos pasado cerca de Finiki, viendo desde la altura su pequeño puerto pesquero.



La primera población en la que hemos parado ha sido Piles, un pequeño pueblo situado en una ladera con bonitas vistas. Al continuar por el centro de la isla, la carretera continua subiendo, pues esta isla es muy montañosa, y con un trazado lleno de curvas.



Así hemos llegado a Spoa, aunque antes habíamos pasado por un tramo de la carretera con buenas vistas de la costa oriental, aquella por la que ayer navegamos rumbo Pigadhia. En ésta costa hay playas bonitas, como la de Agios Nikolaos, a pesar de que no sean de arena fina.



A eso de las 13.00 h hemos llegado a Olympos, nuestro destino de hoy. Hemos aparcado a la entrada a la población, en donde hemos encontrado un hueco, ya que al ser muy turística, estaba todo lleno de coches. Sus calles son muy bonitas, aunque están llenas de tiendas de suvenires.



Es una población muy famosa por sus molinos de viento, los cuales han sido muy fotografiados y sus imágenes aparecen en los vídeos promocionales de la isla. Hay tantos molinos que muchos se conservan bien, aunque otros necesitan una buena restauración.



Paseando por sus calles, en una terraza hemos visto como secan al sol los makarounes, esa pasta que ayer comimos, para después cocinarla.



Olympos también es famosa por su iglesia, del S.IX, y sus frescos. Es una iglesia anterior al Cisma de Oriente y Occidente, cuando la Iglesia Católica todavía no se había dividido. Al dirigirnos hacia dicha iglesia, vimos al pope sentado cerca de ella.



Es un pope mayor, con muy buen aspecto, bien arreglado y vestido con la sotana limpia, cuidada. Desgraciadamente no siempre los popes cuidan su aspecto exterior. Al poco de entrar nosotros en la iglesia, ha llegado él. Su primera mirada era algo suspicaz, de cierto recelo, pero al dirigirnos a él interesados por las pinturas murales del S.IX, su actitud ha sido muy abierta.



Este pope es un hombre culto, que ademas de griego habla inglés, latín e italiano. Nos ha explicado el sentido de las pinturas, que los otomanos ocultaron durante su dominio de estas islas, y que servían para que los fieles conocieran la vida de Jesucristo. En aquella época los fieles eran mayoritariamente analfabetos y esas impresionantes imágenes transmitían muy bien los pasajes del Nuevo Testamento. Por otro lado, también reflejan la importancia que debió tener Kárpathos en aquella época, así como la importancia de este templo. Además nos explicó la utilidad de una zona lateral, a la izquierda mirando hacia el iconostasio, zona que en aquella época estaba reservada a las mujeres, puesto que los varones se ubicaban en la nave central. Fue una visita muy, muy interesante  y a la salida nos hicimos una foto con este amable pope.



Y como era la hora de comer, le hemos preguntado a este mismo clérigo por un restaurante en el que se comiera bien. Su recomendación nos ha llevado a la Taverna Milos, o sea "molino", no muy alejada de la iglesia. Esta taberna está regentada por una mujer mayor - que permanece vigilante, sentada a la sombra y junto al armario frigorífico de los refrescos - y su joven nieta. La madre de ésta también trabaja en el local, pero no parece pintar mucho.



Todos los platos que tomamos estaban muy , muy bien: desde la deliciosa mousaka, hasta los buñuelos de miel, pasando por el souvlaki de pollo, la berenjena rellena, la "ensalada Milos" o los zucchini con arroz. Como hace mucho calor, después hemos tomado unos cafés frappé.

Tras un paseo por las calles de esta población camino del aparcamiento, hemos cogido el coche para regresar a Pigadhia. En la carretera hemos visto algo que se repite frecuentemente en las islas griegas: maquinaria abandonada y oxidada. Parece que cuando terminan una obra civil, parte de la maquinaria la dejan abandonada. Suponemos que se trata de maquinaria ya amortizada, y cuyo traslado a una nueva obra no se compensa financieramente. Esto también indica que aquí el medio ambiente preocupa poco, lo mínimo. Eso es un lujo del primer mundo.




Cerca del desvío a la playa de Ahata, hemos echado gasolina, para después continuar hasta esa playa, situada al final de un cañón, entre altos acantilados.



En ella, Mª Antonia se ha estado bañando mientras nosotros tres tomábamos de nuevo café frappé en el chiringuito que allí hay. Después, antes de marcharnos de esta playa, Mª Antonia, como experta médico de urgencias, nos ha dado un cursillo práctico de RCP Básica, es decir, Reanimación Cardiopulmonar Básica. En los días que hemos navegado juntos, ella había mostrado repetidas veces su preocupación por el hecho de que nosotros, los navegantes, no tuviésemos nociones de ese tipo de tratamiento de urgencia. Esta tarde, con ese cursillo - en el que Angel ha ejercido, para los ejercicios, de "muñeco" - ha resuelto el problema. Hemos tomado buenos apuntes, que pasaremos los próximos días a limpio en el ordenador.

En Pigadhia, a la vuelta, hemos cenado en la Taverna Maxim, otra de las que nos habían recomendado ayer, En esta ocasión la recomendación ha sido acertada: la cocina de esta taberna, que es la cocina griega de toda la vida, es buena, muy buena.

A las 22.05 h hemos ido al aeropuerto a recoger a Fernando, que venía en el último vuelo de Atenas. Hemos aprovechado para confirmar la hora del vuelo de Angel y Mª Antonia, que es a las 06.20 h de la madrugada. Una vez recogido a Fernando, hemos regresado al barco, en el que Mª Antonia nos estaba esperando con una botella de cava y unos pastelitos que acababa de comprar. Así hemos brindado tanto por la etapa que en breves momentos concluiría, como por la nueva, que iniciaremos mañana. Después de un rato de animada charla nos hemos retirado a las literas.

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