lunes, 26 de septiembre de 2016

Singladura num. 17 Llegada a Khania

La noche pasada ha sido tranquila, muy tranquila. En esta ensenada reina la calma. Por la mañana solamente el ruido del motor de algún pequeño pesquero saliendo del puerto, o las voces de los entrenadores que dirigen a los piragüistas en su entreno, rompen ese silencio.



A las 09.25 HRB, después de desayunar, hemos levado ancla. Un cuarto de hora después, pasado el terminal de los ferries, hemos avistado a unos 20 m por estribor una tortuga marina, que poco después se ha sumergido.



Como hoy tenemos mucho tiempo, y la mar estaba como un plato, tras doblar el islote, Nisís Soudhas, hemos virado al N para entrar en una cala, donde bañarnos y pasar el resto de la mañana. 



En la cala hay un resort, en cuya playa había bastantes bañistas. A una distancia prudencial de esa playa hemos echado el ancla en (35º 29´,96 N, 024º 29´,96 E). Y nos hemos preparado para saltar al agua. En ese momento ha llegado nadando un socorrista de la playa, diciéndonos que estaba prohibido, por la Guardia Costera, el fondear en esa cala, reservada a bañistas. Allí no había ninguna señal que indicase tal prohibición, ni balizamiento que limitara el acceso de embarcaciones. Sin embargo, hemos optado por levar ancla para ir a una cala vecina, situada a menos de media milla al E. Ahí hemos fondeado a las 11.05 HRB.



En ella hemos permanecido el resto de la mañana, bañándonos, tomando el aperitivo y comiendo. A las 15.40 hemos levado ancla para zarpar hacia Khania, - o Canea, en español -, costeando alrededor de la península de Akrotiri. Tres horas después entrábamos por la bocana del antiguo puerto veneciano, momento en el cual el contramaestre del puerto nos vió e hizo señas para indicarnos nuestro puesto de amarre en el muelle



Al llegar a su altura, él mismo nos ha pasado la guía del muerto, con la que hemos recuperado las amarras del fondo del puerto, y con ellas hecho firme el barco. Estamos en un amarre justo delante de una calle peatonal, que nos separa de la zona de tabernas. Junto a ellas está, en construcción, el futuro edificio de la autoridad portuaria.



Cerca tenemos un bonito edificio restaurado, también de la época veneciana, que actualmente es un centro cultural - en estos días con una exposición temporal sobre Le Corbusier -. Y junto a él, las antiguas atarazanas de este puerto.










Este es un puerto pequeño, sin muchos amarres para barcos de recreo, pero precioso, con mucho encanto.




Después de que el Sol bajara un poco, nos hemos ido a visitar la ciudad. Primero hemos paseado por el frente marítimo, hasta el castillo que hay junto a la bocana principal, y también por la zona de excavaciones arqueológicas.



De allí nos hemos adentrado en la ciudad, subiendo hasta la parte mas moderna de ella, en donde existe una antigua y bonita fuente de leones. Cerca de esa fuente nos hemos sentado en una terraza arbolada para tomarnos un refresco, y de paso utilizar el wifi de esa cafetería para actualizar correos y consultar alguna que otra página web.



Después hemos seguido pateando la ciudad en busca de una taberna en la que cenar, En una de las calles que bajan al puerto hemos encontrado uno de los restaurantes que el contramaestre nos había recomendado, el ELA, en cuya terraza, a pesar de estar en pendiente, había bastante gente. Los platos que sacaban los camareros de la cocina a las mesas de la terraza tenían muy buena pinta, así que nos hemos sentado en la única mesa que quedaba libre.La cena ha consistido en yigantes - esa legumbre que todavía no habíamos tomado -, saganaki, pastitzo y cordero asado, terminando con unos helados. Salvo el pastitzo, todo lo demás estaba muy bien.

Al regresar al barco nos hemos encontrado con un panorama predecible, aunque no en la medida que era: por la calle peatonal frente al barco paseaban cientos y cientos de turistas, yendo de un lado a otro. Y en la taberna justo delante de nuestra pasarela había música en vivo: esa música griega a base de sonidos agudos, que penetran por el oído hasta lo mas profundo del cerebro. Los camareros de esa taberna utilizan la torreta de agua y luz del muelle, la K1, como mesa donde dejar sus vasos de agua y refrescos mientras sirven las mesas. Teníamos claro que la noche se presentaba ruidosa. Y así ha sido hasta bastante después de las dos y media de la madrugada, hora en que la música ha cesado y el transito de peatones también. Después siempre ha quedado algún que otro grupo, pequeño, de paseantes con alto nivel de alcoholemia, y por tanto con un elevado volumen de voz, pero estos grupos solo han sido esporádicos.

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