lunes, 12 de septiembre de 2016

Singladura num. 7 Llegamos a Khalki

Anoche acordamos que el primero que se levantase fuese a comprar el pan y el vino blanco, ya que ambos se habían acabado. En Grecia el pan se mantiene razonablemente bien unos días, quizás por la levadura que emplean en su producción. Y el vino blanco que compramos es el mismo que ofrecen en la tabernas como "vino de la casa", y que se pide con el curioso nombre de "medio kilo". Éste lo mantenemos nosotros en el congelador, y cuando lo servimos a la mesa es mas un "granizado" de vino, que un vino frío. Pero con el calor que suele hacer, va estupendamente.

Al levantarme a las 07.20 HRB he cogido la cámara y he saltado a tierra, dirigiéndome hacia el horno de pan y el super. En estas islas el comercio abre muy pronto, por lo que era una buena hora para comprar. A medio camino me he encontrado con Jaime que ya estaba de regreso, con el pan y el vino. Por ello, he continuado para hacer algunas fotos por esta ciudad, y visitar también la iglesia de Agios Nikolaos. Este es un bonito templo ortodoxo. muy luminoso a pesar de la profusión de iconos, como es típico de estas iglesias.



El paseo marítimo es muy agradable a esa hora temprana, sin gente, y con el Sol todavía "suave". Es verdad que ya teníamos 31ºC y 48% de humedad, manteniéndose el barómetro en los 998 mb desde hace días. A esa hora no había viento alguno, y la mar estaba como un plato.

Por otro lado, como anoche nos acostamos tarde, hoy no teníamos prisa para desayunar, tomándolo con mas calma. A las 10.00 HRB hemos llenado los depósitos de agua, y quince minutos después soltábamos amarras. La brisa era muy suave, apenas 4 nudos, y la mar escasamente rizada.



Tras doblar los dos cabos al E del puerto de Tilos hemos arrumbado Alimiá, una isla cercana a Khálki, nuestro destino de hoy. Sin viento, hoy hemos navegado a motor.

A las 12.55 HRB hemos fondeado en la ensenada S de Alimiá, cerca de donde lo hicimos hace un año. Esta vez nos hemos quedado un poco mas al N que entonces, pues en el lugar en que fondeamos en 2015 hoy estaba una goleta turca.



En aquella ocasión Fernando, quien nos acompañaba en esa etapa de la travesía, había visitado unos barracones abandonados que hay cerca de la orilla en esta cala. Y allí vió unas pinturas en las paredes de un barracón, que eran de la época de la 2ª Guerra Mundial. Esta isla fue una importante base naval italiana, primero, y alemana después, y el autor de esas pinturas había sido algún marinero de la Kriegsmarine. Yo me quedé entonces con ganas de verlas, por lo que nada mas fondear hoy en esta cala, cogí mi cámara compacta, la metí en una bolsa de plástico, y ésta junto a mis chanclas en otra bolsa impermeable. Y salté al agua.



Al nadar he tenido mucho cuidado en que la bolsa no se mojara, lo que me ha supuesto un esfuerzo mayor del que yo esperaba, ya que había subestimado la distancia del barco a la orilla. En ésta me he calzado las chanclas, y he ido por las rocas hasta llegar a un embarcadero que ahí existe, y que posiblemente sea de aquella época. Seguro que era un embarcadero para el suministro de víveres y munición a la guarnición que ocupaba esta parte de la isla.



Después he seguido andando por un camino hasta los barracones. Las pinturas y grafitis que existen en esas paredes son de todo tipo, aunque hay tres que sí son con seguridad de aquellos años 40.



El marinero-pintor era sin duda de Munich, o al menos bávaro, ya que la expresión que utiliza para brindar con la jarra de cerveza - "Eins ; Zwei- G´suffa" - es propia de aquella región alemana. Aquellos que hayan visitado la célebre cervecería Hofbräuhaus de Munich seguro que recuerdan ese brindis.



Ese marinero también pintó otro tema, mas romántico, aunque con bastante carga erótica. Creo que fue una forma artística de canalizar sus intensas tensiones biológicas.

Al regresar al punto de la orilla mas cercano al barco, he visto pequeñas pozas, ya secas, con sal, con ese tipo de sal tan preciado en España.



El regreso a nado al barco me fatigó bastante por el hecho de tener que mantener la bolsa, con la cámara, por encima de la superficie. Creo que debía haber cogido unas aletas, pero en cualquier caso, el esfuerzo realizado ha merecido la pena, ya que no suelen localizarse este tipo de grafitis después de mas de setenta años.

Tras subir a bordo, hemos comido el delicioso arroz meloso de frutos de mar que ha preparado Jaime. Y después del café, con un poco de buen whisky, hemos tenido una animada y larga sobremesa.



A las 17.25 HRB hemos levado ancla, recorriendo primero la ensenada principal de esta isla. Al fondo de ella, están las ruinas del pueblo de Alimiá. Esta isla fue desalojada para convertirla en base naval, siendo trasladada la población civil a la vecina Rodas. Una vez acabada la Guerra Mundial, nadie - salvo unos pescadores que vienen a hacer sus capturas aquí - ha regresado a la isla. En ese pueblo en ruinas solo existe un edificio en un estado relativamente aceptable: una iglesia, en la que algún pope debe celebrar de vez en cuando un oficio religioso.

Veinte minutos después dejábamos atrás Alimiá, arrumbando a la vecina Khálki. En la zona de su puerto dedicada a las embarcaciones deportivas - en realidad un simple pantalán flotante - hemos amarrado a las 18.40 HRB.



Al llegar hemos dado un paseo por esta pequeña ciudad, que tiene un encanto especial. Tal como señalábamos hace un año, el desarrollo de esta ciudad es producto de la iniciativa privada: unos tour operadores británicos llegaron a un acuerdo con el ayuntamiento para restaurar los edificios, y convertirlos en villas para alquilar a turistas. Esta labor de años, está arrojando un magnífico resultado.



De regreso al barco, nos hemos duchado en el balcón de popa, quitándonos el salitre de los baños de hoy.

Para cenar hemos buscado una taberna que tuviese "buena pinta", y hemos buscado asesoramiento en una mujer que nos hemos cruzado en el camino. En esa taberna, he conocido el skordaliá, un puré de patatas frío con ajo. Estamos en el Mediterráneo y el ajo es un ingrediente muy querido.

Después de cenar hemos tomado unas copas de helado, y alguno de nosotros también un Amaretto. Y hemos conocido a un interesante fotógrafo local.

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