domingo, 18 de septiembre de 2016

Singladura num. 12 Arribamos a Sitia

La noche pasada ha sido muy movida, con vientos constantes dentro del puerto de mas de 12 nudos. A pesar de ello,  ya de madrugada habíamos observado que había momentos de calma, aunque no eran muy frecuentes y su duración era mas bien corta. Todo ello nos ha preocupado bastante pensando en la maniobra de desatraque. Kouremenos es un puerto incómodo, del que a ser posible deberíamos salir temprano. Estaba claro que si no teníamos esas calmas, lo mejor era seguir amarrados en el puerto, a pesar de que esto no nos atrajera mucho.

A las 07.05 HRB habíamos desayunado y esperábamos a esas calmas de viento. Como siempre cuando llega una calma medimos su duración, y luego el periodo de tiempo hasta la siguiente. Lo primero que hicimos fue quitar las amarras que no estaban trabajando, es decir, la amarra al pesquero de estribor y las dos del muelle. El francés que estaba a nuestro babor nos ofreció sujetar un cabo a su proa de forma que éste facilitase la salida, al impedir que el viento nos empujase contra aquel pesquero a estribor. Vimos que en el centro de la dársena había fondeado, por la noche, un pesquero, lo que dejaba todavía menos espacio de maniobra que cuando ayer llegamos ayer a puerto.

En una calma, a las 07.20 HRB, iniciamos la maniobra de desatraque, soltando todas las amarras que quedaban trabajando, salvo el largo a la proa del francés, y levando simultáneamente el ancla. Todo iba bien hasta que el ancla enganchó una gruesa cadena del fondo, sin duda la que une los muertos de los pesqueros. Primero intentamos coger el ancla con el bichero, pero éste se desarmó, cayendo al agua. El viento había vuelto a  aparecer y movía el barco hacía los pesqueros amarrados al muelle. La acción de nuestro motor era constante, pero el espacio era reducido. Al ver que no teníamos forma de librar el ancla de la cadena, Fernando saltó al agua, y con un cabo, que yo hice firme en una cornamusa a proa, sujetó con enorme esfuerzo el ancla, abozando dicho cabo. La cadena tiraba fortísimamente hacia el fondo como si fuera una tensa cuerda de violín. Jaime largó un poco de cadena del ancla, hasta que Fernando consiguió librar el ancla de la gran cadena del puerto. Todo ello con el viento empujando al barco contra unos y otros pesqueros, y con el motor y timón controlando esos movimientos. Una vez libre el ancla y subida a su posición en cubierta, Fernando nadó en busca del bichero. Al encontrarlo, lo cogió y trepó con él al pesquero mas próximo, para saltar de nuevo al agua y así subir a bordo del Roc Blanc II. En toda estas maniobras habíamos empleado media hora de gran tensión, pues las rachas de viento dificultaban enormemente toda la acción. A las 07.55 HRB salíamos por la bocana del puerto.




Fuera, el viento era de 25 nudos, de componente NW, y había marejada. Izamos génova primero como vela de apoyo y estabilizadora del barco, pero quitando el motor a las 08.10 HRB para continuar ciñendo a rabiar.

Muy poco después Fernando ha sufrido los efectos de su gran esfuerzo en esas frías aguas, y con el desayuno todavía sin digerir: ha sufrido un pequeño corte de digestión, que le ha incomodado bastante durante esta singladura.

Eran las 09.25 HRB cuando hemos doblado Ak Sidheros, dándole un resguardo de una milla, y virando entonces al W. Toda la zona en torno a este cabo tiene muchos bajos, con rocas emergentes en las que hoy rompía fuertemente el oleaje. Media hora después el viento había subido hasta fuerza 7, teniendo áreas de fuerte marejada.



A las 12.05 HRB entrábamos por la bocana del puerto de Sitia para embarcaciones de recreo y pesqueros. Sitia es la capital de una de las cuatro provincias en las que se divide administrativamente la isla de Creta. Cinco minutos después estábamos abarloados al muelle de N del puerto.



Ésta es una ciudad muy turística, pero sin mucha afluencia de barcos, ya sean veleros o motoras. Da la impresión de que su puerto está a medio construir, sin terminar. Posee dos largos muelles exteriores y una amplia dársena central, en la que existen algunas pequeñas boyas, sin duda para pesqueros locales. A pesar de ello, muchos de éstos amarran también en el muelle.




Estando amarrados se acercó un español que patroneaba un velero norteamericano, de Florida, para saludarnos. Estaba en ruta hacia Corfú, la isla del Jónico, a la que debía llegar en doce días, lo que le parecía difícil ya que a su tripulación le gustaba parar "en todas las farmacias" - como él decía - de estas islas.



Creta, como todas las islas griegas, tiene un importante legado veneciano, producto de los tres siglos que todas ellas formaron parte de su imperio. En Sitia existe una fortaleza veneciana desde la que se divisa toda la bahía, y que era muy importante para la defensa del puerto.



Hasta la hora de comer hemos estado charlando y descansando a bordo. Después de comer, nos hemos echado una siesta. Al levantarnos, y ya con el Sol en descenso, hemos ido a pasear por esta ciudad cretense, por sus calles que suben hasta la fortaleza veneciana, y por la orilla del mar viendo sus bonitas playas



En esa parte de la ciudad existen grandes hoteles, pero de pocas alturas. En éstos, junto con otros muchos pequeños hoteles repartidos por toda la ciudad, se alojan multitud de turistas que a esa hora del día llenaban las playas.



Al regresar de ese largo paseo, en el paseo marítimo hemos visto diversas tabernas, en una de cuyas terrazas nos hemos sentado a tomar un refresco. A pesar de que han pasado las horas centrales del día, el Sol sigue calentando mucho.

A continuación, hemos seguido andando por la parte baja de la ciudad, paseando por la antigua muralla, y el foso que la defendía.



Por la noche hemos ido a cenar a la Taverna Zorbas, donde hemos cenado muy bien. Hemos tomado pulpo a la brasa - en su punto -, ensalada de patatas, calamares romana y tortilla especial Zorbas, todo ello seguido por la típica sandía de postre. Y acompañado de cerveza y Coca-Cola, seguidas de vino blanco. Las porciones son muy grandes, pero todo muy bien cocinado. Como suele suceder en todas las tabernas y restaurantes griegos, el wifi es gratuito, y éste de Zorbas tiene bastante potencia. Esto nos ha permitido actualizar rápidamente los emails, consultar la predicción meteorológica para mañana, y navegar por alguna página web de interés.

Yo he regresado al barco, mientras Jaime y Fernando han seguido dando una vuelta para bajar la cena. Al subir yo a bordo, se ha acercado por el muelle un taxi, que se ha parado justo delante del barco. Iba el taxista con una mujer a su lado, y me han preguntado que si eramos españoles, pues habían visto el pabellón del barco. Ella, la mujer del taxista, era peruana y le había encantado ver españoles en esta ciudad, y en el puerto en concreto. El hombre, un griego, casado desde hace años con su mujer, hablaba bien español, y estaba encantado de poder hablar en nuestra lengua. Ambos estaban tan agradecidos de esta breve charla, que nos regaló, para que tuviésemos buena información, una guía comercial de mano de Sitia y su provincia. Tras esta conversación continuaron su marcha. A mi me encantan estos encuentros inesperados con buena gente, gente buena y agradecida de charlar un rato con personas a las que no conocen, pero que proceden de lugares queridos.

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